El doctor Ricardo Vallejo es jefe clínico del Tratamiento del Dolor en el Millenium Pain Center de la Universidad de Illinois.
E. SACRISTÁN | GM MADRID |
gaceta medica 3/04/2006
"Es mucho menos invasivo tener un neuroestimulador de la médula espinal implantado a nivel percutáneo que tener que tomar varias pastillas al día para no sentir dolor". Son palabras de uno de los casi 4,5 millones de españoles que llevan sufriendo dolor crónico una media de nueve años, y que ya no lo siente gracias a un sistema de estimulación de la médula espinal (EME), citadas por Ricardo Vallejo, durante la presentación de Precisión, un nuevo sistema de EME que ya se ha implantado en dos pacientes de nuestro país. "Tendremos que cambiar nuestro concepto de lo que es y no es terapia mínimamente invasiva", dijo al hablar de la neuroestimulación el doctor Vallejo, director de Investigación y jefe clínico del Tratamiento del Dolor del Millenium Pain Center, de la Universidad del Estado de Illinois (EEUU). "En los últimos años —añade— esta tecnología ha mejorado tanto que nos permite posibilidades y tratar a pacientes que antes no habríamos ni imaginado. No debemos dejar la neuroestimulación como última alternativa al tratamiento".
Según explicó este experto, la gran aportación de la estimulación eléctrica, o neuroestimulación, es que, aunque no cura el dolor ni elimina su causa, controla y alivia ciertos tipos de dolencias al interrumpir el envío de la señal dolorosa a través de la médula hasta el cerebro. Para ello aplica unos electrodos que se depositan sobre la médula y crean un campo eléctrico que polariza determinadas células para conseguir el efecto deseado. En concreto, el sistema presentado por Vallejo —y comercializado por Boston Scientific—, que se implanta a nivel percutáneo, genera una señal eléctrica programable y regulable por el médico y el paciente con un control remoto, provisto de pilas recargables desde el propio domicilio. Ello aumenta la autonomía y calidad de vida del usuario y reduce el número de intervenciones necesarias para reemplazar los neuroestimuladores actuales, que tienen una vida media de entre uno y cinco años. Indicado para pacientes en los que han fracasado las terapias convencionales para el tratamiento del dolor crónico —aunque no en todos los casos permite sustituir al tratamiento farmacológico, opción que, en todo caso, debe valorar el facultativo—, este sistema, tiene una autonomía de entre 5 y 25 años y es de tamaño reducido, y por tanto más cómodo para el paciente.
"Es especialmente importante que el cátodo esté justo encima del área que queremos polarizar para que no afecte a otros tejidos y no moleste al paciente", subraya este experto, precisando que "cuanto mayor sea el diámetro de la célula que se pretende estimular más fácil será hacerlo". En cuanto a la amplitud de pulso, sugiere "mantenerla en niveles superiores a 800, y en todo caso disminuir la intensidad de la corriente para que la sensación [la parestesia, "requisito necesario para aliviar el dolor"] sea más placentera, a fin de estimular más fácilmente las fibras de la región lumbar", concluye Vallejo.
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