Vivir en mundos complejos.20/4/2006
Quienes lo padecen tienen hasta tres veces más posibilidades de sufrir un infarto. Los especialistas también sostienen que no hay que descartar en el estrés físico cierta predisposición genética.
(Clarín)
Todos conocemos a alguien a quien, de repente y con significativa frecuencia, se le está cayendo el pelo. Otro que tiene resfríos constantes. Un tercero al que le aparecen herpes o enfermedades infecciosas en general. Y un último amigo, familiar o conocido que prácticamente enmudece por inexplicables faringitis y laringitis.
Ahora se tiene certeza, por evidencias clínicas y casuísticas, que esas personas pueden ser víctimas del estrés. Una afección que no sólo puede manifestarse bajo la forma de ansiedad (la más típica) sino que además puede provocar trastornos en cuatro áreas: psicológica, neurológica, inmunológica y endocrinológica. Así se demuestra que el estrés genera más afecciones de lo que se creía.
Esos son los caminos que por lo general utiliza para manifestarle al cuerpo que algo no está bien. Y que si no se baja un cambio a tiempo, ese trastorno se puede hacer crónico y transformarse en un serio peligro para el organismo (ver infografía).
En boletines de divulgación sobre medicina del estrés, esta situación suele definirse así: "El estrés primero le avisa al cuerpo que algo no está bien; después le susurra y por último le grita".
Los gritos pueden aparecer en forma de dolencias cardíacas: una persona estresada tiene entre 2 y 3 veces más posibilidades de padecer un infarto agudo de miocardio. También puede tener problemas gastrointestinales o caer bajo los oscuros influjos de la depresión, entre otros.
Según estimaciones de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés (SAMES), del total de personas que van a consulta por esos síntomas que podrían asociarse con ese cuadro, el 65 por ciento —luego de los análisis correspondientes— efectivamente está estresada.
Otra forma, aunque indirecta, de tener una idea de cuántas personas están afectadas por esta "epidemia del siglo XXI" es la ansiedad, factor íntimamente asociado con lo que se conoce como "estresores".
En Buenos Aires y Capital Federal, las consultas por trastornos de ansiedad son casi el 50 por ciento del total de las recibidas en centros asistenciales públicos, según datos del libro Ataques de pánico y trastornos de fobia y ansiedad, editado por el Fobia Club.
La cifra creció, además, un 20 por ciento en los últimos años. Se calcula, a partir de esa estimación, que los niveles en la Argentina serían similares a los de España y de los Estados Unidos, donde entre un 20 y 30 por ciento de la población tendría posibilidad de desarrollar un trastorno de este tipo.
Los relevamientos de la OMS señalan, además, que 3 de cada 10 personas en el mundo no pueden dominar su ansiedad y viven estresadas.
"Las causas del estrés son dos: físicas o mentales (también identificadas como emocionales). Las primeras tienen relación con cierta predisposición genética a padecer este cuadro y las segundas son comunes en mayor proporción en las mujeres", señala Daniel López Rosetti, director de SAMES.
En los consultorios de medicina del estrés, a los pacientes que llegan con estos síntomas se los somete a distintas pruebas y cuestionarios porque son candidatos firmes a tener algunos de estos síntomas instalados: ansiedad, depresión, fobias, pánico, taquicardia, hipertensión, sudoración, dolor de pecho, alteraciones gastrointestinales, trastornos del sueño y/o sexuales.
Si tienen esos síntomas en forma repetida hay que prestar atención. Y no asustarse porque, a veces, la solución para el problema puede ser tan sencilla como organizar mejor una agenda o programar mejor los momentos de ocio y dispersión.
"Hay personas más vulnerables que otras al estrés, pero todos tiene las mismas posibilidades de controlarlo. Para quienes trabajamos para que lo puedan lograr está cada vez más claro que así como el lienzo es el factor que unifica el contenido de una obra de arte, como una pintura, el estrés es el lienzo en donde se pintan diversas dolencias", explica López Rosetti, de SAMES.
Con esa analogía artística explica lo que todos los médicos ya saben: el estrés puede atacar aun entre las sombras.
Sólo los irresponsables parecen inmunes
Oscar Angel Spinelli
ospinelli@clarin.com
El estrés sobreviene cuando una situación se torna insoportable. El trauma genera miedo e impotencia. Lo que aparecía como una amenaza pasa a convertirse en la razón de la existencia. El estrés no es cansancio, es el pesar de no poder sobrellevarlo porque a lo que hicimos no le encontramos suficiente sentido. Más angustia va alimentando la sensación de hastío. Los argentinos sabemos mucho del asunto: sueños que se esfuman; ¿alcanzará para pagar?; inseguridad ante la mirada del otro; uno más que roba; trabajar exhaustos; ¿cuál será el futuro de nuestros hijos?; ¿atenderán bien en ese hospital? Sólo los irresponsables parecen inmunes al estrés.
Consejos
Respetar los ritmos propios, en especial los del ciclo sueño-vigilia y trabajo-descanso.
Agende sus actividades con la máxima anticipación. Eso ayuda a evitar el estrés por apresuramiento (esa sensación de que uno no llega a hacer en el día todo lo que debería hacer). A veces, con un poco de planificación se puede evitar ese padecimiento. Algo más: en esa "agenda" del día, mes o año, tiene que figurar el espacio para el descanso, para el esparcimiento, para compartir con la familia y los amigos.
El manejo inadecuado del dinero suele ser motivo de estrés. Determine en qué utiliza sus recursos y confeccione una lista. Examínela a conciencia.
Aprenda a decir que no para poner límites. Aunque no lo crea, ese recurso que parece tan sencillo puede resultar uno de los elementos antiestrés más eficaces.
Coma sano (evite especialmente las bebidas con cafeína porque su alta concentración facilita la activación del estrés), haga ejercicios con regularidad, los aeróbicos, en este caso, son los más recomendados.
Si puede, programe un momento del día para la relajación y la meditación.
Fuente: "Estrés, epidemia del siglo XXI", editorial Lumen.
Respuestas a algunos mitos
Estas afirmaciones, tan arraigadas en lo popular, son falsas:
"Los síntomas del estrés están sólo en la cabeza y no pueden afectar realmente"
Lo que comienza en la mente, puede afectar al organismo.
"Solamente los gerentes y los altos ejecutivos están expuestos al estrés".
No importa la condición social o laboral. Un ama de casa, con sus obligaciones y urgencias cotidianas, puede también padecerlo, como cualquier persona.
"Cuando sobreviene, lo único que conviene es tomar un sedante".
Tomar un sedante no resuelve nada. Si se analiza la complejidad del mecanismo de producción del estrés, donde están involucradas las funciones intelectuales superiores y el mundo emocional, se puede ver que los psicofármacos no son la solución.
"Las vacaciones desestresan".
Si los problemas del estrés no se resuelven en el medio ambiente en el que uno se desenvuelve en lo cotidiano, reaparecen al reintegrarse a la rutina. Además, en algunos casos las vacaciones, si la convivencia es hostil, pueden ser en sí mismas estresantes.
"Mi trabajo y el ambiente laboral son muy estresantes, y eso no tiene solución".
El estrés es el resultado de la interacción de la persona con su medio ambiente. Por eso es posible cambiar sensiblemente esa relación y modificar las propias conductas, actitudes y percepciones. No es posible modificar el mundo exterior pero sí se puede ajustar o mejorar la relación con él.
Los días más cortos, un problema
En los países nórdicos, el invierno largo, con sus días cortos y su escasa luz natural hace estragos en el ánimo de sus habitantes. Y no es una forma de decir. El otoño y el invierno proponen cambios fisiológicos que resienten al cuerpo.
Es lo que se conoce como Trastorno de Ansiedad Estacional o TAE. Según su definición, se presenta cuando los días se acortan y la cantidad de luz que se recibe es menor. Produce una alteración en el eje psicológico/inmunológico/endocrinológico/neurológico y eso se traduce en afecciones relacionadas con el estrés, como la depresión, una de las más frecuentes.
Las mujeres son más vulnerables 3 y 4 veces más que los hombres en ese aspecto. Lo bueno de todo esto es que se puede controlar. En los países nórdicos utilizan la luminoterapia, una disciplina que intenta que la gente tenga un mayor contacto con la luz solar o artificial. ¿Consejos para la vida cotidiana? Dejar que entre el sol: abrir las persianas, correr los cortinados. Ir a lugares abiertos y leer durante la noche con buena iluminación para prolongar la exposición lumínica.
Quienes lo padecen tienen hasta tres veces más posibilidades de sufrir un infarto. Los especialistas también sostienen que no hay que descartar en el estrés físico cierta predisposición genética.
(Clarín)
Todos conocemos a alguien a quien, de repente y con significativa frecuencia, se le está cayendo el pelo. Otro que tiene resfríos constantes. Un tercero al que le aparecen herpes o enfermedades infecciosas en general. Y un último amigo, familiar o conocido que prácticamente enmudece por inexplicables faringitis y laringitis.
Ahora se tiene certeza, por evidencias clínicas y casuísticas, que esas personas pueden ser víctimas del estrés. Una afección que no sólo puede manifestarse bajo la forma de ansiedad (la más típica) sino que además puede provocar trastornos en cuatro áreas: psicológica, neurológica, inmunológica y endocrinológica. Así se demuestra que el estrés genera más afecciones de lo que se creía.
Esos son los caminos que por lo general utiliza para manifestarle al cuerpo que algo no está bien. Y que si no se baja un cambio a tiempo, ese trastorno se puede hacer crónico y transformarse en un serio peligro para el organismo (ver infografía).
En boletines de divulgación sobre medicina del estrés, esta situación suele definirse así: "El estrés primero le avisa al cuerpo que algo no está bien; después le susurra y por último le grita".
Los gritos pueden aparecer en forma de dolencias cardíacas: una persona estresada tiene entre 2 y 3 veces más posibilidades de padecer un infarto agudo de miocardio. También puede tener problemas gastrointestinales o caer bajo los oscuros influjos de la depresión, entre otros.
Según estimaciones de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés (SAMES), del total de personas que van a consulta por esos síntomas que podrían asociarse con ese cuadro, el 65 por ciento —luego de los análisis correspondientes— efectivamente está estresada.
Otra forma, aunque indirecta, de tener una idea de cuántas personas están afectadas por esta "epidemia del siglo XXI" es la ansiedad, factor íntimamente asociado con lo que se conoce como "estresores".
En Buenos Aires y Capital Federal, las consultas por trastornos de ansiedad son casi el 50 por ciento del total de las recibidas en centros asistenciales públicos, según datos del libro Ataques de pánico y trastornos de fobia y ansiedad, editado por el Fobia Club.
La cifra creció, además, un 20 por ciento en los últimos años. Se calcula, a partir de esa estimación, que los niveles en la Argentina serían similares a los de España y de los Estados Unidos, donde entre un 20 y 30 por ciento de la población tendría posibilidad de desarrollar un trastorno de este tipo.
Los relevamientos de la OMS señalan, además, que 3 de cada 10 personas en el mundo no pueden dominar su ansiedad y viven estresadas.
"Las causas del estrés son dos: físicas o mentales (también identificadas como emocionales). Las primeras tienen relación con cierta predisposición genética a padecer este cuadro y las segundas son comunes en mayor proporción en las mujeres", señala Daniel López Rosetti, director de SAMES.
En los consultorios de medicina del estrés, a los pacientes que llegan con estos síntomas se los somete a distintas pruebas y cuestionarios porque son candidatos firmes a tener algunos de estos síntomas instalados: ansiedad, depresión, fobias, pánico, taquicardia, hipertensión, sudoración, dolor de pecho, alteraciones gastrointestinales, trastornos del sueño y/o sexuales.
Si tienen esos síntomas en forma repetida hay que prestar atención. Y no asustarse porque, a veces, la solución para el problema puede ser tan sencilla como organizar mejor una agenda o programar mejor los momentos de ocio y dispersión.
"Hay personas más vulnerables que otras al estrés, pero todos tiene las mismas posibilidades de controlarlo. Para quienes trabajamos para que lo puedan lograr está cada vez más claro que así como el lienzo es el factor que unifica el contenido de una obra de arte, como una pintura, el estrés es el lienzo en donde se pintan diversas dolencias", explica López Rosetti, de SAMES.
Con esa analogía artística explica lo que todos los médicos ya saben: el estrés puede atacar aun entre las sombras.
Sólo los irresponsables parecen inmunes
Oscar Angel Spinelli
ospinelli@clarin.com
El estrés sobreviene cuando una situación se torna insoportable. El trauma genera miedo e impotencia. Lo que aparecía como una amenaza pasa a convertirse en la razón de la existencia. El estrés no es cansancio, es el pesar de no poder sobrellevarlo porque a lo que hicimos no le encontramos suficiente sentido. Más angustia va alimentando la sensación de hastío. Los argentinos sabemos mucho del asunto: sueños que se esfuman; ¿alcanzará para pagar?; inseguridad ante la mirada del otro; uno más que roba; trabajar exhaustos; ¿cuál será el futuro de nuestros hijos?; ¿atenderán bien en ese hospital? Sólo los irresponsables parecen inmunes al estrés.
Consejos
Respetar los ritmos propios, en especial los del ciclo sueño-vigilia y trabajo-descanso.
Agende sus actividades con la máxima anticipación. Eso ayuda a evitar el estrés por apresuramiento (esa sensación de que uno no llega a hacer en el día todo lo que debería hacer). A veces, con un poco de planificación se puede evitar ese padecimiento. Algo más: en esa "agenda" del día, mes o año, tiene que figurar el espacio para el descanso, para el esparcimiento, para compartir con la familia y los amigos.
El manejo inadecuado del dinero suele ser motivo de estrés. Determine en qué utiliza sus recursos y confeccione una lista. Examínela a conciencia.
Aprenda a decir que no para poner límites. Aunque no lo crea, ese recurso que parece tan sencillo puede resultar uno de los elementos antiestrés más eficaces.
Coma sano (evite especialmente las bebidas con cafeína porque su alta concentración facilita la activación del estrés), haga ejercicios con regularidad, los aeróbicos, en este caso, son los más recomendados.
Si puede, programe un momento del día para la relajación y la meditación.
Fuente: "Estrés, epidemia del siglo XXI", editorial Lumen.
Respuestas a algunos mitos
Estas afirmaciones, tan arraigadas en lo popular, son falsas:
"Los síntomas del estrés están sólo en la cabeza y no pueden afectar realmente"
Lo que comienza en la mente, puede afectar al organismo.
"Solamente los gerentes y los altos ejecutivos están expuestos al estrés".
No importa la condición social o laboral. Un ama de casa, con sus obligaciones y urgencias cotidianas, puede también padecerlo, como cualquier persona.
"Cuando sobreviene, lo único que conviene es tomar un sedante".
Tomar un sedante no resuelve nada. Si se analiza la complejidad del mecanismo de producción del estrés, donde están involucradas las funciones intelectuales superiores y el mundo emocional, se puede ver que los psicofármacos no son la solución.
"Las vacaciones desestresan".
Si los problemas del estrés no se resuelven en el medio ambiente en el que uno se desenvuelve en lo cotidiano, reaparecen al reintegrarse a la rutina. Además, en algunos casos las vacaciones, si la convivencia es hostil, pueden ser en sí mismas estresantes.
"Mi trabajo y el ambiente laboral son muy estresantes, y eso no tiene solución".
El estrés es el resultado de la interacción de la persona con su medio ambiente. Por eso es posible cambiar sensiblemente esa relación y modificar las propias conductas, actitudes y percepciones. No es posible modificar el mundo exterior pero sí se puede ajustar o mejorar la relación con él.
Los días más cortos, un problema
En los países nórdicos, el invierno largo, con sus días cortos y su escasa luz natural hace estragos en el ánimo de sus habitantes. Y no es una forma de decir. El otoño y el invierno proponen cambios fisiológicos que resienten al cuerpo.
Es lo que se conoce como Trastorno de Ansiedad Estacional o TAE. Según su definición, se presenta cuando los días se acortan y la cantidad de luz que se recibe es menor. Produce una alteración en el eje psicológico/inmunológico/endocrinológico/neurológico y eso se traduce en afecciones relacionadas con el estrés, como la depresión, una de las más frecuentes.
Las mujeres son más vulnerables 3 y 4 veces más que los hombres en ese aspecto. Lo bueno de todo esto es que se puede controlar. En los países nórdicos utilizan la luminoterapia, una disciplina que intenta que la gente tenga un mayor contacto con la luz solar o artificial. ¿Consejos para la vida cotidiana? Dejar que entre el sol: abrir las persianas, correr los cortinados. Ir a lugares abiertos y leer durante la noche con buena iluminación para prolongar la exposición lumínica.
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