jueves 17/08/2006
ISABEL ESPIÑO (elmundo.es)
MADRID.- Conocen las ventajas que les reporta el ejercicio, pero aun así la mayoría de los pacientes reumáticos son inactivos. Según un estudio, el miedo al dolor, la falta de asesoramiento por parte de su médico o las dificultades para encontrar una actividad adecuada son algunas de las barreras.
Los niveles de actividad física entre las personas aquejadas por algún tipo de artritis (artritis reumatoide, de columna, artrosis...) son aún más bajos que los de la población general. Sin embargo, "pocos estudios se han centrado en los factores únicos [que condicionan la inactividad] de estos pacientes. Comprender estos aspectos tanto en los pacientes que hacen ejercicio como entre los que no lo practican puede ayudar a médicos e investigadores a desarrollar programas, diseñar estrategias de adherencia y mejorar los mensajes dirigidos a estos individuos", comentan los autores de la nueva investigación en el último número de 'Arthritis & Rheumatism'.
Los investigadores decidieron indagar en el tema organizando una serie de grupos de discusión con pacientes. Un total de 68 enfermos reumáticos (aquejados de artritis reumatoide, gota, fibromialgia, artrosis...) participaron en estos debates en los que se discutían las motivaciones para hacer o no hacer ejercicio, las ventajas que reportaba la actividad física, etc. La mitad de las reuniones eran de pacientes deportistas y las demás, de voluntarios inactivos.
Beneficioso, pero...
"Nuestro estudio cualitativo amplía lo que se sabe sobre las barreras, beneficios y estímulos entre las personas con artritis", resumen los autores. A saber: todos los pacientes (activos o no) coincidían en que la actividad física reportaba importantes beneficios para su enfermedad, en especial para mejorar su movilidad y el dolor. Estas dos eran las motivaciones principales para hacer ejercicio de los más deportistas, mientras que muchos inactivos reconocían que habían abandonado las prácticas deportivas tras desarrollar su dolencia.
Uno de los aspectos que les disuadía de mantenerse activos eran los síntomas de la enfermedad, sobre todo el dolor que sentían durante y después del ejercicio. "Los inactivos expresaron ciertas dudas de que se beneficiarían del ejercicio y pensaban que un aumento del dolor, incluso si era temporal, no compensaba los beneficios", señalan los autores en su artículo.
"Los mensajes [dirigidos a estos pacientes] tendrían que explicar a las personas con artritis que el dolor puede aumentar durante e inmediatamente después del ejercicio, pero que en general el manejo del dolor puede mejorar. Las intervenciones también tendrían que incluir estrategias para tratar el dolor", agregan.
Asimismo, a los pacientes les costaba encontrar actividades físicas que se adaptasen a su trastorno (por ejemplo, ejercicios en el agua), así como programas de actividades diseñados para personas con sus problemas de movilidad. De hecho, comentaban que sus médicos no les proporcionaban información al respecto. Ni los galenos ni las personas de su entorno les animaban lo suficiente para practicar deporte.
Los autores creen que sería necesario ampliar la oferta de este tipo de programas deportivos y que "los mensajes podrían ser más eficaces si insisten en cómo los individuos con artritis pueden ajustar el ejercicio para que se adapte a su enfermedad", agregan.
Y es que uno de los problemas básicos es que, aunque se conocen las virtudes del ejercicio, los pacientes se sienten incapaces de practicarlo. "Esto indica que las estrategias basadas únicamente en el conocimiento [es decir, en difundir las bondades del deporte] no tienen muchas probabilidades de afectar al comportamiento. Las técnicas que mejoren la eficacia, centradas en cómo solucionar los problemas con los que se encuentran [los pacientes] son importantes para cambiar su conducta", aclaran los investigadores.
ISABEL ESPIÑO (elmundo.es)
MADRID.- Conocen las ventajas que les reporta el ejercicio, pero aun así la mayoría de los pacientes reumáticos son inactivos. Según un estudio, el miedo al dolor, la falta de asesoramiento por parte de su médico o las dificultades para encontrar una actividad adecuada son algunas de las barreras.
Los niveles de actividad física entre las personas aquejadas por algún tipo de artritis (artritis reumatoide, de columna, artrosis...) son aún más bajos que los de la población general. Sin embargo, "pocos estudios se han centrado en los factores únicos [que condicionan la inactividad] de estos pacientes. Comprender estos aspectos tanto en los pacientes que hacen ejercicio como entre los que no lo practican puede ayudar a médicos e investigadores a desarrollar programas, diseñar estrategias de adherencia y mejorar los mensajes dirigidos a estos individuos", comentan los autores de la nueva investigación en el último número de 'Arthritis & Rheumatism'.
Los investigadores decidieron indagar en el tema organizando una serie de grupos de discusión con pacientes. Un total de 68 enfermos reumáticos (aquejados de artritis reumatoide, gota, fibromialgia, artrosis...) participaron en estos debates en los que se discutían las motivaciones para hacer o no hacer ejercicio, las ventajas que reportaba la actividad física, etc. La mitad de las reuniones eran de pacientes deportistas y las demás, de voluntarios inactivos.
Beneficioso, pero...
"Nuestro estudio cualitativo amplía lo que se sabe sobre las barreras, beneficios y estímulos entre las personas con artritis", resumen los autores. A saber: todos los pacientes (activos o no) coincidían en que la actividad física reportaba importantes beneficios para su enfermedad, en especial para mejorar su movilidad y el dolor. Estas dos eran las motivaciones principales para hacer ejercicio de los más deportistas, mientras que muchos inactivos reconocían que habían abandonado las prácticas deportivas tras desarrollar su dolencia.
Uno de los aspectos que les disuadía de mantenerse activos eran los síntomas de la enfermedad, sobre todo el dolor que sentían durante y después del ejercicio. "Los inactivos expresaron ciertas dudas de que se beneficiarían del ejercicio y pensaban que un aumento del dolor, incluso si era temporal, no compensaba los beneficios", señalan los autores en su artículo.
"Los mensajes [dirigidos a estos pacientes] tendrían que explicar a las personas con artritis que el dolor puede aumentar durante e inmediatamente después del ejercicio, pero que en general el manejo del dolor puede mejorar. Las intervenciones también tendrían que incluir estrategias para tratar el dolor", agregan.
Asimismo, a los pacientes les costaba encontrar actividades físicas que se adaptasen a su trastorno (por ejemplo, ejercicios en el agua), así como programas de actividades diseñados para personas con sus problemas de movilidad. De hecho, comentaban que sus médicos no les proporcionaban información al respecto. Ni los galenos ni las personas de su entorno les animaban lo suficiente para practicar deporte.
Los autores creen que sería necesario ampliar la oferta de este tipo de programas deportivos y que "los mensajes podrían ser más eficaces si insisten en cómo los individuos con artritis pueden ajustar el ejercicio para que se adapte a su enfermedad", agregan.
Y es que uno de los problemas básicos es que, aunque se conocen las virtudes del ejercicio, los pacientes se sienten incapaces de practicarlo. "Esto indica que las estrategias basadas únicamente en el conocimiento [es decir, en difundir las bondades del deporte] no tienen muchas probabilidades de afectar al comportamiento. Las técnicas que mejoren la eficacia, centradas en cómo solucionar los problemas con los que se encuentran [los pacientes] son importantes para cambiar su conducta", aclaran los investigadores.
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