El siguiente articulo escrito por JAVIER LAVILLA hace un recorrido por los tipos de dolor, puede ser de interés para diferenciar los tipos de dolor de una forma muy breve.
Edición | Fibromialgia.nom.es 28-04-2008
Este síntoma tiene como razón de ser advertir al organismo de la importancia de una enfermedad, pero también es capaz de provocar un serio deterioro físico y psíquico si se convierte en crónico
Un dolor que incapacita
El dolor es el síntoma por excelencia de una enfermedad. Se puede clasificar según su origen, características y duración. Atendiendo al tiempo de evolución se distingue, en primer lugar, un dolor 'agudo' -aquel que aparece repentinamente y con una duración limitada en el tiempo-. Su intensidad puede ser muy variable, pero esa limitación en el tiempo es muy característica. Por el contrario, cuando el dolor se mantiene se denomina 'crónico', y es ocasionado por una enfermedad o trastorno que no remite completamente. En este caso tiene muchas implicaciones en la calidad de vida del paciente y en su capacidad para resistir el proceso.
Dependiendo de su percepción hablamos de dolor 'lacerante', de inicio rápido e intenso, que se asocia habitualmente a lesiones traumáticas o a procesos orgánicos de evolución rápida. En cambio hay otro dolor más 'sordo', de evolución tórpida y que se advierte en relación sobre todo con trastornos orgánicos internos. Se describe como la mordedura de un animal y es capaz de producir un trastorno también importante.
También se describe según las variaciones que presenta en relación con movimientos o a lo largo del tiempo. El dolor que varía según cambios de posición se conoce como 'mecánico'. Es habitual que una posición determinada lo alivie y otra lo empeore.
Otro dolor muy definido es el denominado 'cólico'. En estos casos el síntoma evoluciona de forma oscilante, con períodos de crisis importantes seguidos de otros más relajados. No tiene por qué haber un factor desencadenante pero es muy característico que presente este comportamiento.
Es importante valorar el momento del inicio y su duración, que ayuda a identificar el dolor como agudo o crónico, así como concretar su localización. Puede ser fácil de situar en una región muy determinada, localizarse en un área más o menos amplia o ser difícil de identificar y concretar, pues a veces se vuelve errático por zonas muy diversas.
Para valorar su intensidad conviene situarlo en una escala, por ejemplo entre cero y diez. Al tratase de una medición subjetiva, tiene su dificultad, pero de todas formas sirve de gran ayuda.
Sus efectos
El dolor es un síntoma y, como tal, funciona como un marcador de una enfermedad o proceso. Ayuda a valorar la evolución de ese trastorno y su gravedad. Sin embargo, esta sensación puede llegar a ocasionar una serie de efectos físicos y psíquicos. Entre los primeros destacan los cambios en el sistema nervioso y en aquellos encargados de regular la secreción de sustancias neurohormonales. El dolor es capaz de desencadenar una serie de alteraciones propias de una reacción de alarma, en gran parte derivadas de una activación del sistema nerviosos simpático. Los síntomas que desencadena dicha activación son muy característicos, como un incremento en el pulso y la tensión arterial, así como en la frecuencia respiratoria. Los efectos a veces van más allá e incluso ocasionar alteraciones metabólicas o en el manejo de los líquidos. Todos esos cambios descritos forman parte de unos mecanismos de adaptación ante una situación que es considerada como peligrosa.
Los efectos del dolor pueden ser demoledores en la esfera psíquica. El malestar físico es advertido como una amenaza y va unido a una sensación intensa de vulnerabilidad, nos hace sentir la limitación de la naturaleza humana y su temporalidad. Evidentemente, el dolor agudo tiene unas características muy diferentes del crónico. El segundo presupone un desgaste psíquico enorme según las características del dolor, del proceso que lo ocasiona, el control que se consiga con el tratamiento y las expectativas personales.
La intensidad del dolor determina en gran parte cómo acaba desgastando a una persona, sobre todo en la medida en que ocasiona trastornos en el desarrollo de las actividades habituales, como comer y dormir. La imposibilidad de disfrutar de un descanso adecuado tiene consecuencias muy serias , pues impide una recuperación adecuada del paciente. Padecer una enfermedad crónica que no tenga solución a corto plazo implica también una evidente carga psicológica, al arrojar incertidumbre sobre el futuro del afectado.
Un adecuado control del dolor ayuda a soportar ese síntoma molesto. El tratamiento permite que se advierta con una menor intensidad y por ello genere un menor desgaste. Y es fundamental en la recuperación la capacidad personal para enfrentarse al dolor
Edición | Fibromialgia.nom.es 28-04-2008
Este síntoma tiene como razón de ser advertir al organismo de la importancia de una enfermedad, pero también es capaz de provocar un serio deterioro físico y psíquico si se convierte en crónico
Un dolor que incapacita
El dolor es el síntoma por excelencia de una enfermedad. Se puede clasificar según su origen, características y duración. Atendiendo al tiempo de evolución se distingue, en primer lugar, un dolor 'agudo' -aquel que aparece repentinamente y con una duración limitada en el tiempo-. Su intensidad puede ser muy variable, pero esa limitación en el tiempo es muy característica. Por el contrario, cuando el dolor se mantiene se denomina 'crónico', y es ocasionado por una enfermedad o trastorno que no remite completamente. En este caso tiene muchas implicaciones en la calidad de vida del paciente y en su capacidad para resistir el proceso.
Dependiendo de su percepción hablamos de dolor 'lacerante', de inicio rápido e intenso, que se asocia habitualmente a lesiones traumáticas o a procesos orgánicos de evolución rápida. En cambio hay otro dolor más 'sordo', de evolución tórpida y que se advierte en relación sobre todo con trastornos orgánicos internos. Se describe como la mordedura de un animal y es capaz de producir un trastorno también importante.
También se describe según las variaciones que presenta en relación con movimientos o a lo largo del tiempo. El dolor que varía según cambios de posición se conoce como 'mecánico'. Es habitual que una posición determinada lo alivie y otra lo empeore.
Otro dolor muy definido es el denominado 'cólico'. En estos casos el síntoma evoluciona de forma oscilante, con períodos de crisis importantes seguidos de otros más relajados. No tiene por qué haber un factor desencadenante pero es muy característico que presente este comportamiento.
Es importante valorar el momento del inicio y su duración, que ayuda a identificar el dolor como agudo o crónico, así como concretar su localización. Puede ser fácil de situar en una región muy determinada, localizarse en un área más o menos amplia o ser difícil de identificar y concretar, pues a veces se vuelve errático por zonas muy diversas.
Para valorar su intensidad conviene situarlo en una escala, por ejemplo entre cero y diez. Al tratase de una medición subjetiva, tiene su dificultad, pero de todas formas sirve de gran ayuda.
Sus efectos
El dolor es un síntoma y, como tal, funciona como un marcador de una enfermedad o proceso. Ayuda a valorar la evolución de ese trastorno y su gravedad. Sin embargo, esta sensación puede llegar a ocasionar una serie de efectos físicos y psíquicos. Entre los primeros destacan los cambios en el sistema nervioso y en aquellos encargados de regular la secreción de sustancias neurohormonales. El dolor es capaz de desencadenar una serie de alteraciones propias de una reacción de alarma, en gran parte derivadas de una activación del sistema nerviosos simpático. Los síntomas que desencadena dicha activación son muy característicos, como un incremento en el pulso y la tensión arterial, así como en la frecuencia respiratoria. Los efectos a veces van más allá e incluso ocasionar alteraciones metabólicas o en el manejo de los líquidos. Todos esos cambios descritos forman parte de unos mecanismos de adaptación ante una situación que es considerada como peligrosa.
Los efectos del dolor pueden ser demoledores en la esfera psíquica. El malestar físico es advertido como una amenaza y va unido a una sensación intensa de vulnerabilidad, nos hace sentir la limitación de la naturaleza humana y su temporalidad. Evidentemente, el dolor agudo tiene unas características muy diferentes del crónico. El segundo presupone un desgaste psíquico enorme según las características del dolor, del proceso que lo ocasiona, el control que se consiga con el tratamiento y las expectativas personales.
La intensidad del dolor determina en gran parte cómo acaba desgastando a una persona, sobre todo en la medida en que ocasiona trastornos en el desarrollo de las actividades habituales, como comer y dormir. La imposibilidad de disfrutar de un descanso adecuado tiene consecuencias muy serias , pues impide una recuperación adecuada del paciente. Padecer una enfermedad crónica que no tenga solución a corto plazo implica también una evidente carga psicológica, al arrojar incertidumbre sobre el futuro del afectado.
Un adecuado control del dolor ayuda a soportar ese síntoma molesto. El tratamiento permite que se advierta con una menor intensidad y por ello genere un menor desgaste. Y es fundamental en la recuperación la capacidad personal para enfrentarse al dolor
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